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Hablemos de esa ráfaga de frío cuando recién salís de la cama. La sentís todo el año, ya sea pleno enero y hayas dormido en corpiño, o el más frío de los inviernos. Ni bien te levantás sentís la necesidad de clavarte una polera y cinco buzos. Una de tantas razones por las que no hay que levantarse.
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