22 marzo 2012

Dormía plácidamente la siesta, y una alarma me despertó. Intuyo que el auto en cuestión estaba estacionado en mi ventana. A los cinco minutos, dejó de sonar. Volví a dormirme. Me desperté sobresaltada con la alarma de un auto. Al mirar la hora, pude notar que sólo habían pasado diez minutos, y al escuchar por unos breves momentos más, deduje que era el mismo auto. Esta secuencia se repitió por alrededor de media hora, cuarenta minutos. Hasta que decidí levantarme, habiendo dormido sólo dos horas. La vida a veces es tan cruel con los inocentes

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