Lo bizarro de la situación. Cada vez más gente que no sabe dónde meterse. Nadie se calla, nadie entiende nada. Alguien dice algo desde la otra punta del lugar y no necesitás pensarlo dos veces para contestarle lo más ácida y cierraculo posible. Defender a las amigas, como se pueda. Y de nuevo silencio. Venimos bien, podría ser mejor, sí, no termino de entender qué hago acá pero...¿qué mierda dijo esa mujer? ¿está indispuesta? ¿eh? Y no entendés, y te reís y te reís y no podés parar, y cagás todo para vos y para el resto, que te putea sin parar. Otra vez, todos contra todos, callándose, buscando silencio pero armando cada vez más quilombo. Y de nuevo paz, hacer de cuenta que no estás escuchando las conversaciones a tu alrededor, intentar no chocarte con los demás, ni acalambrarte. ¿Más gente entrando? Salen enseguida, a mí no me molesta. Uh, parece que a otros sí. Dejen de gritar. No hay espacio, el lugar está lleno y todos se mueven como si fuera una cancha de fútbol. Otra vez, tratando de concentrarte en lo que estás haciendo, abstraerte del resto. Cuando lo lográs, está bueno. Es raro, pero la estás pasando bien. La luz... ¿qué luz? La del baño, déjenla prendida pero cierren la puerta. No, apáguenla y dejen la puerta abierta. ¿Una cámara? No, fotos no, que estamos decadentes. Se ponen todos increíblemente nerviosos, y al ratito se calman. Dura poco, y vuelve la ola de alteración. La pasás bien en ese ratito de paz. Y, una vez que te acostumbrás, podés pasarla bien también en el pico de histeria. Y reírte. Y mirar al que tengas al lado, y hacerle algún gesto, y seguirte riendo. Eso.
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