Suena el despertador, temprano, como para que puedas cambiarte tranquila, sin apuros. Y lo ponés en pausa. Y vuelve a sonar. Y lo volvés a poner en pausa. Y vuelve a sonar. Y lo volvés a poner en pausa. Y así sucesivamente hasta que suena quince minutos antes de la hora a la que tenés que salir, lo que te obliga a correr, y salir de tu casa hecha un cuco. A veces la vida de morsa es puta.
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