Esta historia viene de una entrada anterior, titulada La desición más difícil
Finalmente, no llamé para pedir turno, pero estaba realmente apurada para ir a la casa de Anita, con lo cual, me bañé, me puse lo primero que encontré, metí cinco remeras hechas un bollo en el bolso para luego decidir qué me iba a poner y salí(no hace falta aclarar que llegué una hora más tarde de lo que le había dicho). Tardamos años en elegir qué ponernos; yo, muy precavida, había elegido remeras que tapaban la zona de mis axilas...desafortunadamente, ninguna de ellas me quedaba bien(en realidad, ayer nada me quedaba bien), así que terminé poniéndome una musculosa que me prestó mi susodicha amiga. MUSCULOSA, no sé si fui clara. No podía levantar los brazos...obviamente, los levanté igual, mostrándoles a todos las pequeñas ratitas que habitan bajo mis brazos, con mi Honestidad Brutal tan característica. Ahora bien, debería hacer algo con mi cabellera, así que los dejaré por unos momentos mientras me pego una gilleteada*. Nos vemos cuando me vean. Gracias.*Gilleteada: del verbo Gilletear, pasar la gillete(maquinita de afeitar) por una zona de pelos con el fin de cortarlos. A menudo se utiliza este método para salir del apuro, no sufrir el dolor de la cera, entre otros.
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